martes, 28 de junio de 2011

TRABAJAR PARA LOS POBRES


El primer elemento fundamental es que toda política social tiene que tener su intención transparente. La pregunta fundamental es: ¿cuál es el objetivo de nuestra acción? Y la intencionalidad tiene que ser explícita, clara, simple e inequívoca. No podemos tener cartas bajo la mesa. Cuando se desean unos terrenos para desarrollo urbano, no se puede hablar de un proyecto de vivienda popular para beneficiar a los ocupantes de los terrenos. No podemos ocultar la verdadera intención. Es un problema de honestidad que repercute en la acción que se tome. Se trata de un negocio cuyo objetivo es ganar dinero. Si esto está claro la acción cambia de perspectiva. Los pobladores cambian de rol; pasan de beneficiarios a negociadores. Y no hablamos de una acción social, sino de un negocio en donde todos deben ganar y nadie debe ser engañado. Por eso tiene que ser clara la intencionalidad y no ocultarla tras las circunstancias del hecho. La política social tiene que construir para los pobres como intención central. Otras intencionalidades sólo pueden incluirse en cuanto refuerzo de ésta. De lo contrario, estaremos alimentando una acción teóricamente para los pobres, pero en la práctica para otros fines a los que puede llegarse a subordinar el fin principal.

Por eso el diseño de la acción a favor de los pobres debe ser precedido de un adecuado análisis de la realidad que nos permita detectar dónde están los problemas centrales y sus causas, para que la acción se oriente a enfrentarlos. Este análisis se hace desde una toma de posición previa: el análisis busca lo mejor para los pobres.

1.1  El ámbito de lo público

Uno de los problemas para definir una política social para los pobres estriba en la confusión con relación a lo público. Con frecuencia se confunde lo público con lo gubernamental. Por ejemplo, cuando se habla de educación pública nos referimos a la educación provista por el gobierno. Sin embargo, el ámbito de lo público abarca mucha más de lo que es incumbencia exclusiva del gobierno. Público se opone a privado. Privado es lo que es propiedad y responde a intereses de particulares (personas, grupos, entidades). Por lo tanto público es lo que es de propiedad o interés general, lo que es de todos y todas, de la sociedad.

Cuando hablamos de lo público nos referimos a algo (por ejemplo un espacio, un servicio de atención en salud) que es de la sociedad. Generalmente estas instancias públicas la sociedad las entrega a los gobiernos para que las administre. Pero la existencia de espacios y bienes públicos no gubernamentales es un indicador de democracia. Nos indica que el gobierno no se constituye en único propietario y responsable de esos bienes. Esa acción pública no gubernamental generalmente apunta a la existencia de una sociedad civil fuerte, que es capaz de entrar en diálogo con los gobiernos para exigir (por ejemplo: cobertura o calidad de determinados servicios públicos). Una sociedad civil consciente de sus derechos, que reclama cada vez con más fuerza, incluyendo en ellos componentes como equidad y calidad. Pero también una sociedad civil responsable, dispuesta a comprometer su cuota de deber y exigirlo igualmente al sector privado del mercado y al sector público gubernamental.

Y es importante hacer constar que cuando hablamos de sociedad civil no nos referimos únicamente a las ONG´s, aunque ellas tengan un rol protagónico. Se trata de toda agrupación de ciudadanos, que se constituyen en sujetos sociales conscientes de sus deberes y derechos ciudadanos. Por tanto incluye también las organizaciones populares en toda su variada rama y muchas otras formas de asociación que se dan los pueblos. Ellas conforman la mejor expresión de la democracia participativa, que al activarse revalora la representatividad de la democracia electoral.

Desde esta perspectiva los pobres se recuperan como sujetos, ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, que por la fuerza que les otorga la organización, y según las capacidades de alianzas, negociación y movilización, reconstituyen su poder.

Este nuevo rol de la sociedad civil produce la recuperación del espacio público exigiendo zonas verdes, regulaciones ecológicas que garanticen la sustentabilidad, seguridad ciudadana que haga habitables los espacios públicos, pasos peatonales y carriles de bicicletas. Produce también un nuevo reclamo de mejora de la cobertura y calidad de los servicios públicos que garanticen la calidad de vida de todos los ciudadanos y ciudadanas con equidad.

Este movimiento debe revertir la tendencia de privatización de lo público que garantiza los derechos sólo a quines pueden pagarlo o utiliza los bienes públicos para enriquecimiento personal (corrupción administrativa) o para fortalecimiento de un determinado grupo o partido. Lo público se revaloriza como derecho humano y como responsabilidad ciudadana. Y este proceso va en defensa de los pobres, que no quedan ya excluidos de los espacios y bienes a los que tienen derecho. Nos damos cuenta que lo público no debe ser privatizado. La solución no está en la construcción de espacios de aire no contaminado, porque no podemos andar con máscaras protectoras. Ni la seguridad ciudadana es suficiente con la vigilancia privada de los espacios privados porque nuestra vida transcurre también por otros espacios. Ni basta con tener acceso a una educación privada de calidad porque cada vez más necesitamos habitar un mundo educado. Y la protección de la salud requiere de un ambiente sano en donde las epidemias estén bajo control. Lo privado sólo funciona cuando lo público está garantizado.

Vivimos en tiempos de globalización. Esto significa que esta reflexión hay que plantearla en términos globales. Las consideraciones locales o nacionales ya es evidente que son insuficientes. Sabemos que lo que afecta al medio ambiente o a los sistemas globales es problema de todos. Temas como el calentamiento global, el narcotráfico o las migraciones son testigos de esto. La globalización no es sólo un tema de alcance de las comunicaciones o de libre comercio. Es una dimensión de toda actividad humana del siglo XXI. Hablar de lo público hoy tiene que tener referencia a la sociedad global.

1.2  La construcción de ciudadanía, de sujetos de derechos

Trabajar para los pobres tiene que comenzar por reconocer su identidad, el lugar que ocupan en el cuerpo social, y crear las condiciones de posibilidad para que esa inserción sea una realidad. Es comenzar por reconocerlos como ciudadanos y ciudadanas.

La ciudadanía nos constituye como sujetos de derechos y deberes. La acción misericordiosa, compasiva (de co-padecer los sufrimientos del otro) comienza por reconocerlo como sujeto de derechos. Antes de regalarle nada hay que otorgarle aquello a lo que tiene derecho. La sociedad se sitúa ante el pobre primero como deudora. Las diferencias sociales nunca pueden justificar que a alguien se le arranquen sus derechos. Este reconocimiento de su dignidad conforma la acción hacia ellos: con respeto, reconociendo derechos. Y la auto-percepción de ellos mismos: con autoestima.

Este punto de partida reconoce de entrada que el problema no está en los pobres, sino en una sociedad que niega o disminuye los derechos de parte de sus miembros, muchas veces la mayor parte. La mirada sobre el pobre refleja nuestra propia miseria como sociedad y clama por una reforma de nosotros mismos.

Constituirnos como ciudadanos nos hace también responsables: debemos dar cuenta de nuestros deberes. A veces la mirada paternalista sobre el pobre lo ha descargado de su responsabilidad. Lo han convertido en objeto de nuestra compasión y no en sujeto de su vida. Y no le ha pedido cuentas de su responsabilidad. O lo ha convertido en objeto de nuestro rechazo justificando su exclusión como delincuente o incapaz. No se le puede exigir aquello para lo que le quitamos la posibilidad. Un ejemplo claro lo tenemos en lo que llamamos la responsabilidad paterna o materna. A veces culpamos a los padres o madres por impedir el desarrollo del niño obligándolos a trabajar en actividades que afectan su desarrollo. Pero nos olvidamos de crearles a esos padres y madres las posibilidades de que puedan cumplir con su obligación. Hay primero una responsabilidad de la sociedad incumplida.

Hoy hablamos de sociedad civil y eso nos recuerda que los derechos y deberes individuales son también derechos y deberes sociales. Somos sujetos individuales, pero también somos sujetos sociales. Nuestra vida se realiza y toma sentido siempre en relación a grupos que constituyen en gran medida nuestra identidad. No solamente tenemos un yo, sino que somos parte de un (o varios) nosotros. Y como colectivos tenemos también derechos y deberes. Y estos nacen de nuestra condición de igualdad con otros colectivos. No existen derechos de segunda para grupos marginales. Por lo tanto tienen derecho a participar en las instancias de decisión, a organizarse, a desarrollar su identidad y su cultura, a expresarse públicamente, a acceder a los bienes y servicios a los que tienen derecho. Pero tienen también que respetar los derechos de los otros, cuidar el medio ambiente, colaborar a la convivencia social, asumir sus responsabilidades ciudadanas.

La primera acción para los pobres debe ser reconocerlos, como personas y como colectivos, como sujetos de deberes y derechos.

miércoles, 8 de junio de 2011

Para, Desde y Con los pobres (I parte)

Algunos días sin internet en Quevedo han hecho que me sentara delante del ordenador por las noches, no para encontrar a alguien, lejano o cercano, con quien comentar el día a día, sino para reflexionar un poco sobre la cosa esta del trabajo con los vulnerables, con los pobres, con los empobrecidos ... según la visión que cada uno tenga de la cooperación, los llamará de una forma u otra, cosas de las teorías, escuelas o la gran palabra PARADIGMAS
Como me ha quedado un poco largo, lo trocearé ...

TRABAJAR CONTRA LOS POBRES

En el año 2000, en una cumbre de Naciones Unidas, se promulgó una declaración de las naciones comprometiéndose a alcanzar ocho metas para el milenio. La primera era erradicar la pobreza extrema y el hambre. Se esperaba que para el 2015 se redujeran a la mitad las personas que vivían en extrema pobreza y en pobreza. Al paso que vamos no lo lograremos.

La razón principal está en la falta de voluntad política para tomar las medidas necesarias. Pero también en los caminos que escogemos para alcanzarlo.

De todos es conocido que nos hemos quedado cortos en la inversión para la erradicación de la pobreza. La mayoría de las naciones ricas han sido tímidas en su inversión en esta área. Pocas naciones pobres han aumentado significativamente su inversión en gasto social. La responsabilidad social empresarial no tiene las dimensiones necesarias. Lo que refleja la débil voluntad política de combatir la pobreza que se muestra en el creciente aumento de la brecha entre ricos y pobres.

Pero peor aún es la falta de determinación para eliminar las fábricas de pobreza: la falta de mecanismos de redistribución, la deficiencia de los servicios públicos en cantidad y calidad, el desempleo y las condiciones laborales atropellantes (trabajo infantil; bajos salarios; escasez de seguridad; horarios excesivos; comercio que no protege los derechos de los trabajadores ni los pequeños productores; formas de racismo y xenofobia que determinan la reproducción de la pobreza de grupos étnicos; exclusión de acceso a los derechos de determinados sectores poblacionales por nacionalidad, edad, género,…; débil o ninguna protección al derecho a la organización,…). Las políticas sociales a veces se limitan a acciones asistenciales o políticas compensatorias por las desigualdades producidas por las políticas económicas. Se refuerzan así las debilidades de los pobres como son su falta de acceso a la salud y la educación de calidad, su baja autoestima, su exclusión de los sistemas de justicia, su exclusión del poder,…

Esto no sólo se hace a través de acciones que perjudican a los pobres, o por omisión de legislación y acción que positivamente los beneficie. A veces acciones que son proclamadas de asistencia social tienen el efecto de mantener e incrementar la pobreza. Por ejemplo, ciertas políticas asistenciales debilitan la frágil autoestima de los pobres. Son acciones que refuerzan la percepción de impotencia que les lleva a renunciar al esfuerzo de valerse por sí mismos. Más grave aún si existe alguna dificultad que es catalogada como culpable de la incapacidad: soy mujer, discapacitado, anciana, de una etnia con limitaciones. No sólo conducen al autoconvencimiento de su incapacidad, sino al aprendizaje de conductas que produzcan lástima y que, por tanto, reduzcan los esfuerzos por salir de la condición de pobreza. Son las tradicionales acciones de reparto de bienes (comida, ropa, dinero, juguetes,…) que en sus formas tradicionales provocaban las humillantes filas de pedidores y que en su versión moderna crean complicados sistemas de selección y reparto, pero que en el fondo producen los mismos efectos de manera más cosmética, pero también muchos más cara, dejando gran parte de la inversión en los técnicos y sus modernos sistemas electrónicos. Estas políticas permiten a los pobres sobrevivir como pobres, pero nunca salir de la pobreza. Los lleva a percibirse siempre como impedidos, como dependientes de la ayuda de otro; y todo comportamiento que conduzca a la autosostenibilidad es desechado porque estorba para conseguir la supervivencia: mientras más impotente aparezcas, más lástima produces y más ayuda recibes. Por eso las políticas paternalistas y asistenciales no sólo no ayudan a salir de la pobreza, sino que lo impiden.

Otro tipo de ayudas que producen el efecto contrario son las hechas con fines clientelares. Son las ayudas que se entregan como favores a cambio de agradecimientos incondicionales. Son frecuentes en el ámbito de la política, pero también en otras esferas. Ellas sustituyen el pensamiento de deberes y derechos por el de favores y gratitudes. Crean dependencia, impidiendo el empoderamiento de los pobres, que se autoperciben como objetos de la caridad de otros. Los incapacitan para sentirse como sujetos de derechos, que pueden exigir. Son objetos de favores que deben propiciar con la sumisión incondicional y el apoyo irrestricto. Es una manera de comprar fidelidades y conciencias, que renuncian a su responsabilidad ética. El pobre entonces se siente obligado a su protector, sin otros deberes que obedecer sus deseos. Esta conciencia de siervo sustituye a la conciencia de ciudadano, que genera reclamo de derechos, pero también responsabilidad de deberes.

Ante estas formas de actuar contra los pobres, que tienden a perpetuar la pobreza, aunque a veces aliviando alguno de sus efectos, queremos buscar una manera eficiente de combatir la pobreza creando nuevas capacidades, oportunidades y posibilidades para los pobres, porque la única manera de combatir efectivamente la pobreza es colaborando a que los pobres se transformen en ciudadanos y ciudadanas con pleno derecho y completa responsabilidad.

Esta síntesis la agrupamos alrededor de tres conceptos: trabajar para los pobres, trabajar desde los pobres, trabajar con los pobres