viernes, 22 de julio de 2011

TRABAJAR DESDE LOS POBRES


Trabajar para los pobres es insuficiente. Marca demasiada distancia y se corre el peligro de definir desde fuera lo que los pobres necesitan, de no llegar a entenderlos, porque una mirada desde fuera queda siempre en la epidermis de los hechos y no llega a comprenderlos desde dentro. La pobreza hay que mirarla desde dentro para entender cómo la escasez material marca nuestra manera de entender el mundo en que vivimos y de relacionarnos con él. La realidad cambia según el lugar desde donde la miramos.

 2.1 Ver la realidad con ojos nuevos

Muchas veces, he escuchado el comentario, que los pobres son también culpables de su realidad: - Mira si no sus casas: niños hambrientos y televisión a colores. No hay para comprar leche, pero sí para jugar a la lotería.

Al finalizar cada armado, cuando la “casa” ya estaba lista para entrar a vivir, entendí que el televisor era la cuenta de banco para cuando los niños se enferman. Comprado a plazos con dificultad, no sólo servía para entretenerse, que también los pobres tienen derecho al descanso y la información, sino para salir de una emergencia llevándolo a la casa de empeño.

Y comprendí que la lotería podía ser una inversión más racional que el ahorro. Para los pobres extremos, con menos de un dólar diario por persona, las posibilidades de ahorro son muy limitadas y a costa de aumentar el hambre de la familia. Pensemos en una madre soltera que logra ahorrar medio dólar diario. Al cabo del año, si es que no ha habido una emergencia que se ha llevado los ahorros, tendrá US$ 182,50. ¿Qué puede cambiar en su vida con esa cantidad? Jugar lotería es un riesgo. No hay ninguna seguridad que va a ganar. Pero si gana, su vida puede cambiar. La entrada será suficientemente grande como para permitir un cambio que asegure un bien, resuelva un problema o permita invertir en una forma de reproducir el dinero. Por eso el pobre muchas veces elige invertir en lotería, en velas para un milagro o en un viaje ilegal. Prefiere correr el riesgo de ganar que tener la seguridad de perder.

La realidad se ve con ojos nuevos cuando se mira desde la pobreza. No porque la mirada del pobre sea más verdadera, sino porque nos descubre aspectos de la realidad que desde fuera no se ven. Es otra de las razones para que el pobre participe en los procesos de su desarrollo. Es descubrir que no basta cambiarles el traje o la casa. También la mirada del pobre está opacada por la propaganda, la ideología, el consumismo. Pero sólo desde esa perspectiva aprendemos de qué color la pobreza tiñe la realidad que nos rodea.

Captar esta dimensión requiere de un doble movimiento: que los que investigan, planifican o ejecutan políticas sociales hagan un esfuerzo de inmersión en el mundo del pobre, y que se escuche atentamente al pobre narrar su experiencia vital, porque los discursos teóricos tienden a estar mezclados con ideologías que no siempre han nacido desde la experiencia de la pobreza.

2.2 La pobreza es fea

La primera constatación que resulta de este acercamiento al pobre es que la pobreza es fea. El idealismo romántico de describir al pobre como más bueno que los demás es tan falso como la imagen que lo describe como persona sin educación ni principios morales. La calidad moral no tiene relación con las condiciones económicas.

Lo que sí es peor es el contexto en que vive el pobre y las condiciones con las que tiene que enfrentar la vida. No hay duda que los callejones de tierra serpenteando entre casas construidas con desechos, cañadas malolientes y basureros improvisados no son un paisaje idílico. Como no lo es el hambre, el agobio y la desesperanza. La mirada con la que nos acercamos a la pobreza no es la de la contemplación estética. Lo que se busca es captar cómo la experiencia de la pobreza modula la percepción de la realidad en la que estamos inmersos. Cómo esa realidad condiciona la construcción de nuestra identidad. Si crecemos en un palacio nos sentiremos príncipes o princesas. Pero si nuestra vida se desarrolla entre contextos de miseria, ¿cuál será la auto-imagen que nos vamos a formar? Nuestra posición al mirar marca el sentido de lo que vemos. Si la pobreza, que es fea, desagradable, es nuestro contexto, marcará la identidad que desarrollemos.

Por eso toda acción orientada a vencer la pobreza tiene que trabajar la autoestima del pobre. Ayudarle a rescatar los valores personales y culturales de su contexto. Es muy importante la recuperación de la estética del espacio, la relectura de la historia personal y colectiva, la revaloración de los elementos propios de su identidad, el descubrimiento de sus capacidades en la oportunidad de desarrollarlas, la libertad para la creatividad, el vencer el prejuicio y el rechazo social atreviéndose a participar, a exigir derechos, a mostrarse sin miedo.

Los pobres mismos han aprendido a reírse de su dolor, a no renunciar a la alegría, a vestir de colores brillantes su pobreza. O han aprendido a ocultarla avergonzados, como si fuera su culpa.

2.3 Dar voz

A veces cuando se trabaja para los pobres nos sentimos con la responsabilidad de ser voz de los que no la tienen. Pero cuando uno se inserta entre ellos descubre que los pobres no son mudos. El problema es que la sociedad es sorda. No hacen falta hablar por ellos, ser su voz. Ellos tienen su propia voz. Pero hay que pasarles el micrófono. Hay que hacerles el coro. Reforzar sus voces con las nuestras. Hacer que sean escuchados.

Hay que abrir caminos para que los pobres puedan acceder a los medios de comunicación social, a los espacios de participación y decisión, a los oídos de quienes dirigen.

Las grandes empresas y personalidades tienen asesores de imagen y encargados de relaciones públicas. Los pobres sufren de la manipulación de su imagen y sus reclamos, para presentarlos con frecuencia como insensatos, ignorantes, resentidos, desbordados. Trabajar desde ellos es asesorarles para dar fuerza a su voz, para mejorar su imagen, para canalizar sus reclamos. Muchas veces al intentar trabajar para los pobres los hemos sustituido en la formulación de sus reclamos en vez de ayudarlos a formularlos, a presentarlos, a darles justificación válida ante el cuerpo social, a crearles mecanismos de viabilidad y sustentabilidad.

Trabajar desde los pobres nos ayuda a las instituciones a tomar nuestro rol, que no es el protagónico, sino el discreto pero importante rol de asesores, de acompañantes. Tenemos que aprender de quienes lo hacen para las grandes empresas y personalidades, que nunca pretenden sustituirlos sino facilitarles el camino para alcanzar sus objetivos.

2.4 Desde los más pobres[1]

Trabajando con organizaciones populares de los barrios de Santo Domingo nos dimos cuenta que los que estaban organizados eran pobres, pero no los más pobres. Por eso las demandas de las organizaciones reflejaban las necesidades de los pobres, pero no de los más pobres. Los dirigentes y militantes de las organizaciones sentían los golpes de la pobreza, pero no desde la esquina más débil. No era por rechazo ni mala voluntad. Era que al no estar situados en la extrema pobreza no percibían necesidades que nacían de esta condición.

La metodología del trabajo suponía partir de un análisis de la propia realidad mirada con más atención y cuidado buscando consecuencias, relaciones, implicaciones, prioridades, alternativas.

Se nos ocurrió incluir en esta mirada sobre la realidad la busca de situaciones de extrema pobreza. Y propusimos un censo en el que entre otras cosas se buscaran datos como personas envejecientes, personas con discapacidades, madres solteras jefas de hogar, etc.

Para las organizaciones fue un descubrimiento. Sabían que eso estaba presente en el barrio. Pero no eran conscientes de su magnitud y de sus consecuencias. Estos elementos aparecían relacionados con mayor pobreza y con necesidades específicas que no siempre estaban en el pliego de demandas de las organizaciones. Por ejemplo, el descubrimiento de 26 niños y niñas con discapacidades les hizo descubrir la importancia de transporte escolar para hacer posible su educación. Un componente que fue agregado al pliego de tareas pendientes en su agenda.

Al situarse desde los pobres hay que saber que también entre ellos existe una escala que diversifica necesidades y capacidades.

2.5 El horizonte presente

Desde los pobres se aprende que a veces el horizonte desaparece ocultado por lo inmediato. Lo urgente se convierte en imperativo. La supervivencia posterga otros objetivos o matices. Lo inmediato absorbe la totalidad de la atención. Se pierde la visión estratégica. Y esto debilita la defensa de sus intereses.

La acción desde los pobres debe recuperar el horizonte, volver a ganar el sentido que inspira las luchas cotidianas. Resituar los pequeños fracasos del camino en la perspectiva de una larga caminata, de forma que no desanimen ni desarticulen. Evitar la renuncia a principios y la tentación de manipulaciones cegados por el inmediatismo de metas secundarias.

El acompañamiento de grupos populares requiere el retorno constante al horizonte de sentido, el recuperar perspectiva de largo alcance. Porque es esta visión que los libera de muchos errores y, sobre todo, del desánimo y la parálisis. Cada lucha no puede ser vista como una acción independiente. Tienen que estar encadenadas alrededor de un propósito que las organiza y relativiza fracasos parciales. Necesitan ser capaces de evaluar en el contexto y encontrar los avances con relación a los objetivos finales y no sólo a los resultados inmediatos.

La vida de los pobres, hecha de la lucha cotidiana por la supervivencia, tiene dificultad en levantar la vista y contemplar el horizonte. Pero es muy importante. Por eso el énfasis que es necesario hacer en la práctica de la evaluación y la planificación.

La experiencia de encontrar todas las puertas cerradas les da sensibilidad para un análisis de su realidad pero les dificulta visualizar alternativas, oportunidades que pueden abrirse. Los sueños son más deseos que caminos. Y por eso no movilizan. Es necesario que el horizonte se perciba en continuidad con el presente. Que se visualicen puentes que permitan acceder al futuro nuevo.

2.6 El factor cultural

La cultura es un proceso de construcción simbólica de valores, significados, comportamientos, que estructuran la relación con el contexto. Son el mapa para la vida que tienen los pueblos. Y se va rehaciendo continuamente en diálogo con el medio que nos rodea.

Ella acumula los aprendizajes históricos en valores, comportamientos, símbolos. Cada gesto cultural tiene su historia. Los pobres también tienen su cultura nacida de un esfuerzo constante por sobrevivir en un medio hostil. Las culturas nos dan identidad. Las culturas son exitosas en cuanto nos permiten sobrevivir a veces en medios hostiles, como es la pobreza. Pero lo hacen a costa de cobrar su peaje. Los medios hostiles imponen limitaciones y condicionantes a los que las culturas con frecuencia se adaptan. Para ello usan los recursos que históricamente han acumulado como patrimonio del grupo.

Los contextos de opresión muchas veces llevan a las culturas a someterse y adoptar posiciones de sumisión. Pero la identidad grupal necesita reivindicarse. Por eso a veces construyen comportamientos que relativizan o ridiculizan a su opresor. Así hicieron las culturas negras africanas o amercicanas con los bailes en los que aprendieron a disimular la sátira del blanco. O la risa ante la humillación pública, que la relativiza. O el disfraz de sus creencias ancestrales bajo el ropaje de la imaginería cristiana en las formas de vudú o santería. Por eso las culturas muchas veces llevan la herida del contexto social en que se desarrollan.

Pero son como quiera fuente de identidad que agrupa y fortalece el sentido de cuerpo. Por eso los símbolos culturales tienen tanto poder de convocatoria y movilización. Si además van cargados de contenido religioso, su impacto aumenta. Está comprobado que prácticamente todas las rebeliones de esclavos africanos en América Latina tuvieron un componente religioso-cultural que les hizo organizarse y responder a la agresión física y cultural de la esclavitud.

La creatividad cultural fortalece la autoestima, la cohesión grupal y la asimilación de la historia, valores y proyecto comunes. Es un campo donde los pobres llevan ventaja, porque es más independiente del dominio de las tecnologías. La imaginación creadora popular es de una riqueza desbordante en la que se vuelca la fuerza vital de los pueblos.

La unidad de los pobres es muchas veces frágil. Tiene muchos puntos vulnerables desde los que puede ser amenazada: sus necesidades, su baja autoestima, su inseguridad, su falta de recursos… Necesita de apoyos que la sostengan. Por eso el quiebre de la unidad cultural y religiosa es muchas veces percibido como una amenaza. La pluralidad que conlleva la modernidad resta fortaleza al colectivo popular al fragmentarlo y desmotivarlo. La cultura mediática ha desmovilizado a la juventud al desentenderla de la identidad cultural y asimilarla a la cultura posmoderna, donde la afirmación individual se siente amenazada por la “tiranía” de la cultura tradicional.

2.7 La difícil entrada en la modernidad

Las culturas las construyen los pueblos colectivamente en relación con su contexto. Los pobres viven distendidos entre tres culturas:
  • La cultura tradicional, que traen de su contexto campesino, y en la que por educación, tradición y acceso a tecnología se mueven principalmente. Una cultura anterior al impacto tecnológico de la modernidad.
  • La cultura de la pobreza: marcada por la escasez. Que se desarrolla sobre todo entre los pobres extremos.
  • La cultura de la modernidad, que en nuestro mundo globalizado invade nuestras ciudades y hasta los más lejanos parajes rurales, con su invasión de tecnología para el consumo, su pluralidad de estilos y opciones, su racionalidad experimental. Incluso el impacto de la cultura posmoderna, con su renuncia a los mega-relatos y el relativismo nacido de la inseguridad de los conocimientos.
En nuestro mundo globalizado los pobres se mueven en un mundo dominado por la tecnología, la eficiencia y la racionalidad experimental. No entrar en la modernidad es quedarse al margen. Pero para entrar hay que tener acceso a las nuevas tecnologías y a las nuevas formas de construcción de la información y el conocimiento.

El ritmo del cambio va mucho más rápido que el tiempo cíclico de la cultura tradicional o del tiempo detenido de la cultura de la pobreza. Los pobres siempre llegan tarde a los procesos de cambio.

Al ser consumidores pero no creadores ni propietarios de tecnología, ésta los endeuda y los somete más que liberarlos. ¿Cómo romper este círculo vicioso?

¿Cómo integrar las nuevas tecnologías en la educación popular de forma que puedan insertarse como ciudadanos y ciudadanas plenos en el mundo de la modernidad?

Esto requiere un involucramiento mucho mayor, hasta producirse la construcción de nuevas culturas desde los pobres. Supone trabajar también con los pobres.


[1] Experiencia de un jesuita en Santo Domingo.

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